Le dolía la cabeza. Masajeó sus sienes, quería seguir durmiendo y cerró nuevamente los ojos.
Pero otro chillido hizo que asustada abriera los ojos. Entonces la vio. Una mujer con los pelos parados la señalaba con dedo tembloroso. El esposo junto a ella con cara de fastidio la veía sorprendido.
Su mente empezó a trabajar a mil por hora. Recordaba que había salido a una reunión de cucarachas fiesteras. Tacho su novio y tres amigas salieron de rumba. Llegaron a la cocina donde trastes sucios y alacenas a tope ofrecían ante sus ojos excelentes platillos dignos de una señora cucaracha como ella.
Anduvo olisqueando y catando con sus grandes antenas, los mejores manjares que encontraba en platos sucios y restos de pastel por aquí y por allá.
Después de comer un poco, Tacho sacó su trompeta y empezó a tocar una alegre melodía. Nacha cantaba y tocaba la guitarra. Las amigas cantaban a grito abierto dejando salir notas tan desafinadas como ellas.
Repentinamente algo llamó su atención. Un chocolate envinado que aún conservaba su envoltura hizo que se relamiera los bigotes.
Se acercó, lo olisqueo y empezó a comer poco a poco. El sabor del chocolate y el vino empezaron a hacer sus efectos.
Los ojos se le cruzaban, los movimientos de las antenas se empezaron a hacer lentos. Quiso gritarle a Tacho el cucaracho pero su lengua no le obedeció. Sólo salieron palabras ininteligibles de su boca maloliente.
Siguió llenando de chocolate su gran estómago hasta que sintió que iba a explotar de tanto alcohol revuelto con chocolate delicioso.
Así fue como Nacha la cucaracha, su novio y amigas, estuvieron bebiendo y comiendo a su antojo hasta que un spray amenazador hizo que todas se separarán y huyeran por sus vidas.
Corrió y corrió por paredes sucias y lugares mal olientes hasta que una luz hizo que se metiera a ese halo salvador.
Recorrió un río de agua sucia y salió por una coladera que daba al baño. Caminó hasta llegar a un sitio que de tan limpio lastimaba su nariz y antenas acostumbradas a la suciedad de su casa.
Sintiéndose a salvo, se tiró en una esquina de la recámara principal a dormir.
Era así como los gritos ahora la sacaban de la borrachera y asustada se encontraba ante una vieja gritona que con pequeños saltitos le pedía al enojado esposo que acabara con ella.
¡Patas pa´ cuando son!.
Empezó a correr y correr con pasos cruzados deteniéndose difícilmente de los bordes de la pared. Se detuvo un instante para reconocer el terreno y volteó hacia arriba. Vio el tragaluz y corrió hacia él. Si llegaba ahí antes que la escoba amenazadora que el esposo blandía ya entre sus manos, estaría salvada.
Aspiró profundamente el aire limpio que reinaba en esa casa y echó a correr hacía arriba, hacía su salvación.
Se prometía a si misma jamás volver a comer chocolates envinados. Ya tendría tiempo de reclamar a Tacho y sus amigas que la hubiesen dejado sola. pero mientras seguía corriendo. Poniéndose a salvo de la escoba y alejándose de los gritos de la vieja que amenazaban hacerle estallar la cabeza.
Corría por su vida, no quería que Tacho y sus amigas la recordaran como Nacha, la cucaracha gacha que casi agarraban por borracha.
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Nacha, la cucaracha gacha --La Malquerida--
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